El jugador que pasó de no despertar interés a ser uno de los más importantes de las Finales NBA

Stephen Noh

Facundo Echarren

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NATHAN J. FISH/THE OKLAHOMAN / USA TODAY NETWORK via Imagn Images

Incluso en la secundaria, Alex Caruso se sentía orgulloso de lanzarse por balones sueltos. Su padre, Mike, trabajó más de tres décadas como administrador en el departamento deportivo de Texas A&M, después de haber jugado baloncesto universitario en Creighton. Alex nació siendo fanático de los Aggies y estaba encantado de ser recogebalones del equipo masculino de baloncesto durante los partidos en casa en College Station.

Alex mantuvo ese trabajo durante ocho años. Corría a toda velocidad para asistir a los héroes de los Aggies, incluidos DeAndre Jordan y Acie Law. Nacido y criado en esa ciudad universitaria, siempre estuvo cerca del equipo. A pesar de esa familiaridad, nadie pensaba demasiado en el recogebalones flacucho con brackets y el cabello desordenado.

Después de ser ascendido del equipo junior varsity en su primer año de secundaria, se unió a un equipo de preparatoria de clase 5A que perdía mucho más de lo que ganaba. En ese entonces no despertaba ningún interés en el reclutamiento y, desde luego, no parecía un jugador digno de A&M.

Stephen Gentry era el coordinador de video de los Aggies cuando Caruso estaba en octavo grado. Mientras otros entrenadores se iban de vacaciones o a torneos AAU durante el verano, Gentry ayudaba a dirigir los campamentos de baloncesto de la universidad, llenos de cientos de niños locales. Cada año veía al hijo del recogebalones Mike ahí.

"La broma dentro del equipo era: ‘Oh, es un buen jugador de campamento’", me dijo Gentry. "Volvía el verano siguiente y era como: ‘Oh. Podría jugar en División II. Alguien lo va a tomar’. Y después era: ‘Bueno, caray, no, es un jugador de División I’. Y hacia el final [de la preparatoria], era casi como entrar en pánico: ‘No. Es lo suficientemente bueno para jugar aquí’", detalló.

Mike Caruso pasaba por la oficina de Gentry y le pedía usar el quemador de DVD del equipo para enviar videos de los partidos de su hijo a distintas universidades. Al principio, Gentry aceptaba encantado. Pero para cuando Alex ya era un estudiante de los últimos años, la historia había cambiado.

"En un momento le dije: ‘espera un segundo’. Como que ya no queríamos que los enviara", recordó Gentry entre risas.

Caruso despegó durante su penúltimo año, jugando en un buen equipo AAU y captando la atención de cazatalentos nacionales.

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"Era un desastre. Tenía el pelo en la cara, me la pasaba clavándosela a la gente", recordó Caruso durante una aparición en el pódcast The Young Man and the Three. "También hablaba mucha mierda en la preparatoria. A cualquiera le podía tocar, no importaba. Solo era muy competitivo. Probablemente tenía una espinita clavada", completó.

Y esa espinita estaba más que justificada. Caruso ni siquiera era considerado el mejor jugador de su distrito. Ese honor le pertenecía a J-Mychal Reese, el prospecto número 1 del país en secundaria y una recluta temprana de A&M con quien Caruso había competido desde séptimo grado.

Reese vio cómo los jugadores subestimaban a Caruso en aquellos años. Eso no duraba mucho.

"En cuanto empezaba el partido, cambiabas de opinión sobre él", me dijo Reese. "Siempre tuvo esa actitud, esa forma de jugar. Pudo haber promediado 25 o 30 puntos, pero no era ese tipo de jugador. Era generoso", comentó.

Vince Walker era estudiante de segundo año en el equipo de A&M Consolidated High School durante el último año de Caruso. Recordó a Caruso como un líder que insistió en pasar por él en auto para llevarlo a una comida del equipo una vez que lo promovieron a varsity.

"Se tomaba muy en serio el hecho de ser capitán, al punto de integrar a los más jóvenes, incluso sabiendo que tal vez no aportarían nada esa temporada", recordó Walker.

A Caruso le encantaban las prácticas más que a nadie en el equipo. Se tomaba cada ejercicio con seriedad. Una vez, mientras Walker hacía un ejercicio de dribbling desde la línea de fondo hasta media cancha, se detuvo unos pasos antes de llegar.

"Se tomó el tiempo de señalarme y decirme: ‘Así no se prepara un jugador campeón en la temporada baja. Eso es flojera, no lo vuelvas a hacer’", recordó.

Reese y Walker sabían que Caruso podía jugar. Lo habían visto anular rivales en defensa y clavarla con fuerza en el otro extremo. Pero los cazatalentos seguían sin convencerse.

"Había un poco de esa duda de '¿qué tan bueno puede ser este chico local?'", recordó Bill Walker, asistente en Texas A&M durante los años de preparatoria de Caruso, y uno de los primeros en creer en su talento. "Él simplemente se desarrolló tarde físicamente. Algunos de estos muchachos parecen de 20 cuando tienen 15. Él se veía como un niño cuando era un niño", siguió.

"La mitad del cuerpo técnico pensaba que no había forma de que, justo en College Station, hubiera dos prospectos lo suficientemente buenos para jugar en A&M", recordó Gentry. "Definitivamente había una división entre el staff. Y la otra mitad decía: ‘Whoa. Tenemos que quedarnos con este chico’", añadió.

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Uno de los entrenadores que más quería a Caruso era Mike Rohn, quien había dejado A&M para unirse al cuerpo técnico de Colorado. Rohn vivía a menos de una cuadra de los Caruso. Solía ganarle a Alex en partidos uno contra uno en el parque con aros dobles duros que quedaba cerca del vecindario, cuando Alex aún estaba en secundaria.

"Era flaco. No era un tipo que promediara 20 por partido", dijo Rohn. "Pero lo hacía todo. Estaba fuera del radar, pero no se puede medir la dureza de corazón ni el coeficiente intelectual de baloncesto de un jugador. De eso ha construido su carrera", comentó.

Rohn notó esas cualidades en Caruso, las que solo sobresalían al verlo todos los días. Empezó una ofensiva inmediata y agresiva para reclutarlo a Colorado, llevándolo al campus y ofreciéndole una beca. Eso encendió las alarmas en A&M. En cuanto se dieron cuenta de lo cerca que estaban de perderlo, redoblaron esfuerzos.

Pero A&M no tenía mucho de qué preocuparse. A Caruso le habían cantado el himno de los Aggies desde que era un bebé. Al final del día, no podía decirle que no a su alma mater.

Caruso se ganó la beca para jugar en Texas A&M, donde compartió cuarto con Reese. Pero eso fue solo el comienzo de las pruebas que le esperaban.

"Tenía la actitud de 'tengo que hacer lo que sea para demostrar mi valor'. Nuestros propios jugadores ni siquiera sabían lo bueno que iba a ser Alex en A&M", recordó Gentry. "Era como: ‘Sí, es el ex recogebalones, su papá trabaja en el departamento atlético, es el chico local. ¿Está aquí solo por eso?’ Tuvo que volver a demostrar su valía incluso después de conseguir la beca", dijo.

Sus compañeros pronto descubrieron que el chico de actitud graciosa, que cantaba canciones de Taylor Swift a todo pulmón y adoraba la música country, también era un jugador muy serio.

"A la primera semana ya se había ganado el respeto de todos, dentro y fuera de la cancha", dijo Reese.

Caruso entró al quinteto titular en el séptimo partido de la temporada. Al final del año, había roto el récord de robos para un novato en la SEC. Defendió con éxito a jugadores mucho más establecidos como Kentavious Caldwell-Pope y Marshall Henderson, quien lideraba la conferencia en anotación.

"Ponía su cuerpo en juego, se lanzaba a las gradas. Cuando lo veo hacer eso hoy en día, para mí, eso es Caruso", dijo Reese. "Y si conoces a Caruso, siempre está sonriendo. Siempre de buen humor. Eso fue genial para la química del equipo", agregó.

Caruso tuvo una buena carrera universitaria, ayudando a liderar una de las remontadas más memorables en la historia del programa: una victoria en doble tiempo extra en la segunda ronda del Torneo de la NCAA en 2016 contra Northern Iowa, en la que los Aggies perdían por 12 con solo 44 segundos por jugar.

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A pesar de esa victoria de alto perfil, la historia se repitió tras su graduación. Promedió apenas 8.1 puntos por partido como senior. Sí, era un gran defensor. Pero no tenía pinta de jugador de NBA.

No fue una gran sorpresa cuando no fue seleccionado en el Draft. Recibió una invitación a la liga de verano, donde jugó sin destacar demasiado, luchando por minutos detrás de Ben Simmons y T.J. McConnell en los Sixers. Sus sueños de NBA estaban colgando de un hilo. Pensó en jugar en Polonia o Alemania. Entonces llegó una llamada del Thunder, ofreciéndole una invitación al campamento de entrenamiento.

Caruso aceptó de inmediato. Lo cortaron antes del primer partido de temporada regular, pero consiguió un contrato con el equipo de G-League dirigido por un joven entrenador en ascenso de 31 años llamado Mark Daigneault.

Caruso no recibió ni una sola llamada de la NBA durante su primer año en la G-League.

"Era como, aquí vamos de nuevo. Tiene que volver a sumergirse en esa experiencia de ser el chico ignorado en la secundaria", dijo Gentry.

Lo que sí recibió fue un consejo valioso sobre cómo llegar a la liga.

El gerente general del Thunder, Sam Presti, viajó con el OKC Blue en uno de sus viajes durante el año de novato de Caruso. Presti se sentó con los jugadores y abrió el micrófono para una sesión de preguntas y respuestas de 90 minutos.

Alguien le preguntó cómo decidía a qué jugadores llamar desde la G-League. Dijo que buscaba dos cosas: cuántas posiciones podían defender y si podían ser buenos compañeros de equipo.

En ese momento, Caruso sentía que podía defender dos posiciones con solvencia a nivel NBA. Sabía que ya era un tipo comprometido con el equipo. Se comprometió a fortalecerse.

Pasó otra participación en la liga de verano, esta vez con los Lakers, antes de que Caruso consiguiera su primer contrato dual y algunos minutos en la NBA. Los Ángeles lo firmó con otro contrato dual al año siguiente. En su tercera temporada con el equipo, finalmente obtuvo un contrato garantizado, fue titular en un partido de las Finales de la NBA y se coronó campeón jugando junto a LeBron James.

A pesar de ese éxito, Caruso seguía teniendo detractores dentro de la organización. Los Lakers lo dejaron ir en la agencia libre un año después de ganar el título, eligiendo priorizar a Talen Horton-Tucker en su lugar. El base firmó un contrato modesto con los Bulls que lo convirtió en el jugador número 146 mejor pagado de la liga. Presti lo vio seguir mejorando durante las siguientes temporadas.

El verano pasado, Presti ya había visto suficiente. Hizo el movimiento para recuperar al jugador que una vez había cortado, traspasando al ex pick número 6 Josh Giddey a Chicago para conseguirlo. Al hablar con los medios por primera vez sobre el intercambio, Presti volvió a esas creencias originales como scout.

"Su efectividad contra aleros más grandes es extraordinaria", dijo Presti. "Preferimos a alguien efectivo contra esos jugadores que a alguien ineficaz pero más alto", completó.

Presti sabía que Caruso ahora podía defender a jugadores más grandes. Pero aún no se imaginaba hasta dónde había llegado aquel recogebalones de College Station.

Con la temporada del Thunder en juego en el Juego 7 de la segunda ronda, Daigneault eligió al Caruso de 1,96 metros y 84 kilos para marcar al monstruoso Nikola Jokic, de 2,11 metros y 129 kilos. Caruso, quien al comienzo de su carrera en la NBA no creía que pudiera defender ni siquiera a aleros, limitó al tres veces MVP a 20 puntos sin brillo y cinco pérdidas de balón. El Thunder ganó el partido por 32 puntos y avanzó a las Finales de Conferencia, donde despachó a los Timberwolves en cinco juegos para alcanzar la segunda aparición en las Finales de la NBA en la historia de la franquicia.

Gentry vio esa actuación del Juego 7 y pensó en la increíble determinación de Caruso unos días después. Su hija de 11 años estaba desconsolada tras no quedar en uno de los principales equipos estatales de fútbol infantil. Él le contó toda la historia de Caruso. El recogebalones que se desarrolló tarde. Correr tu propia carrera. Ser ignorado, seguir trabajando y llegar a la cima de tu deporte.

Mientras su hija escuchaba, Gentry le mostró una foto de Caruso. Ella entrecerró los ojos ante la calva. La vincha. Se detuvo, pensando lo mismo que tantos entrenadores, compañeros y directivos antes. "Papá", dijo, mirando la foto con atención. "Él no juega en la NBA...".

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*Artículo original publicado por Stephen Noh y traducido por Facundo Echarren

Stephen Noh

Stephen Noh started writing about the NBA as one of the first members of The Athletic in 2016. He covered the Chicago Bulls, both through big outlets and independent newsletters, for six years before joining The Sporting News in 2022. Stephen is also an avid poker player and wrote for PokerNews while covering the World Series of Poker from 2006-2008.

Facundo Echarren

Productor de contenidos freelance para The Sporting News.