Lo lloran, especialmente, Boca Juniors, Rosario Central y Estudiantes de La Plata donde cosechó idolatría y devoción de parte de sus fieles. Pero lo llora en general el fútbol argentino. Porque Miguel Ángel Russo, quien murió este miércoles 8 de octubre a los 69 años, trascendió los colores azul y oro que bañan a buena parte del país. Miguel Ángel Russo fue -es, será- un tipo queridísimo por todo el fútbol argentino. Y ese será su legado. Más grande que cualquier trofeo o coronación de gloria (que las tuvo, y vaya si las tuvo).
El final de su vida lo encontró trabajando, dirigiendo, viviendo su pasión tanto como se lo permitió su ajetreado cuerpo hasta el último día. Aunque en las últimas semanas no pudo estar en los campos de juego, jamás dejó de ser el técnico de Boca, ese Boca al que le dio su -hasta ahora- última Copa Libertadores, el título que (en 2007) marcó el cénit de su carrera como entrenador.
Había vuelto al club en junio pasado, tras la salida de Fernando Gago, para dirigir al equipo a partir del Mundial de Clubes y luego de desvincularse de San Lorenzo. Fue la última carta que se jugó el presidente, Juan Román Riquelme, luego de varios golpazos con las últimas elecciones de técnicos. Sin embargo, durante los últimos meses las ausencias de Miguelo por razones de salud se fueron haciendo cada vez más frecuentes.

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Jugador desde siempre, supo ser cadete y confesar que, si no se hubiese puesto los botines, habría sido abogado o contador por la influencia universitaria de La Plata, donde comenzó a jugar en las inferiores de Estudiantes.
14 años como futbolista, siempre fiel a la camiseta Pincharrata. Dos títulos (Metro 82 y Nacional 83) y una presencia imponente como volante central que tranquilamente lo podría haber convertido en campeón del mundo: supo ser integrante de la Selección en el proceso previo pero no pudo ir a México 1986. Una lesión de rodilla que le demandó una larga recuperación llevó a que Carlos Bilardo lo descartase. Una curiosidad: su convocatoria parecía tan probable que hasta apareció en el clásico álbum Panini de figuritas de aquel torneo. Sin embargo, más allá de la desilusión inicial, mucho tiempo después afirmó: "Carlos me dijo que lo iba a odiar y a insultar, pero el día que fuera técnico me iba a dar cuenta; antes, no. Tenía una razón muy grande. Todo lo que me decía, después era la realidad". Y dejó entonces, como tantas otras veces en su carrera, una frase que acuñó y a la que recurrió siempre para desactivar cualquier polémica: "Son decisiones".
Decisiones que tomó durante más de 30 años casi ininterrumpidos.
A fines de los 80 comenzó su trayectoria como entrenador en el ascenso y desde entonces se acostumbró a regalar alegrías: subió a Primera tanto a Lanús (1992), tras quedarse a pelearla luego de descender (supo definirlo como el título que más festejó en su carrera), como a Estudiantes (1995), y enseguida se codeó con la élite internacional al llevar a semifinales de la Libertadores 1996 a Universidad de Chile. En la última mitad de los 90 y los primeros años de los 2000 cosechó resultados disímiles (clasificó a Central a la Conmebol en 1998, descendió con Los Andes en 2001), pero a partir de 2003 sus equipos se convirtieron en habituales animadores: clasificó a Central a una Libertadores, ganó el Clausura 2005 con Vélez y llegó a semis del torneo continental más importante con el Fortín al año siguiente. Esa fue su catapulta a Boca, que se había quedado sin técnico tras la salida de Ricardo LaVolpe poco después del ciclo glorioso de Coco Basile.
En apenas un semestre de 2007, y con un Riquelme en el nivel más alto de su carrera que pergeñó la, tal vez, mejor actuación individual en la historia de la Copa, Russo condujo a Boca a ganar la sexta Libertadores de su existencia con la diferencia más grande en la historia de las finales: 5-0 global al Gremio de Brasil.
Tan alta estaba la vara en Boca en aquel momento que, aunque suene increíble, se fue del club en diciembre del mismo 2007 por no ganarle al Milan la final del mundo (cayó 4-2). Siempre en Argentina, su derrotero siguió por San Lorenzo (peleó justamente con Boca el Apertura 2008 que se definió en un triangular en favor del club de la Ribera), Central, Racing, Estudiantes y la tercera etapa en Central, por el que hizo el "sacrificio" de volver a dirigir en la segunda categoría. Y, claro, ascendió al Canalla a Primera en 2013.
Luego vendría su experiencia más larga en el exterior (más allá de pequeños pasos por el Salamanca de España y Morelias de México): entre 2017 y 2022 pasó por Millonarios, Alianza Lima y Cerro Porteño. Los momentos más significativos, sin duda, los vivió en Colombia: al Albiazul le dio un título y, durante su estancia en ese club, le diagnosticaron un cáncer de vejiga y luego un tumor en la próstata. La enfermedad le afectó también los pulmones. Sin embargo, nunca dejó de luchar y de hecho, el Torneo Finalización lo ganó ya lidiando con esos problemas de salud. A ese título le agregaría la Superliga colombiana al año siguiente.
"El fútbol me ayudó a no pensar en el cáncer", reveló alguna vez. Casi emparentada, la frase, con aquella ya icónica que le dijo en su momento Julio Falcioni a Diego Maradona: "Esto nos da vida". Russo lo definió de la siguiente manera ante Infobae: “Es como si la enfermedad nunca hubiera entrado en mi cabeza; no el valor de la enfermedad, sino la dimensión de todo eso. Sí le tuve respeto, hice caso a los médicos y, de menor a mayor, la fui superando. La cabeza de cada uno es la clave”.
Al club colombiano le dejó un enorme agradecimiento que lo puso al borde de las lágrimas. "La gente de Millonarios me respetó muchísimo. Y mi estado era deplorable, con sesiones de quimioterapia, que es duro, no es simple. (...) Yo también tomé la forma (sic) de ayudarlos a todos, con donaciones... A mí me ayudó en lo emocional. Soy una figura visible y (puedo hacer) que la gente se dé cuenta de que se puede".

La quimioterapia y dos operaciones le permitieron seguir adelante y, eventualmente, volver a Boca, con el que ganó otro título inolvidable: la Superliga 2019-2020, que le arrebató a River en la última jornada viniendo desde atrás.
Con el Xeneize obtendría también, pocos meses después, la Copa de la Liga (rebautizada Copa Maradona). Los malos resultados a principios de 2021 desembocaron en su salida, pero Russo, una vez más, volvería a celebrar: tras un paso por el Al-Nassr árabe, volvió a Central por cuarta vez para su quinta etapa y por primera vez fue campeón de la máxima categoría con el club rosarino: conquistó la Copa de la Liga 2023, primer título de Primera División para el Canalla en 36 años (no se cuenta la Copa Argentina 2018).
En Boca y Central, además de los torneos que ganó, se convirtió en un ganador de clásicos, con todo lo que eso significa en los pasionales duelos contra River y Newell's, respectivamente. Con el Xeneize, que venía de traumáticos años ante el Millonario en gestiones anteriores que incluyeron dos finales (Supercopa Argentina y Libertadores) y una semifinal de Libertadores perdidas, ganó los dos duelos de eliminación directa en 2020 y 2021, mientras que en el cotejo rosarino su currículum fue todavía más impresionante: jugó 12 clásicos y no perdió nunca (ganó siete y empató cinco).
Su hablar pausado, sus declaraciones "casetteras" que en un punto hasta se volvieron jocosas, su capacidad para mantenerse a sí mismo y a sus planteles lejos de las polémicas y los problemas, y sus más de 40 años en el mundo del fútbol lo convirtieron en todo un "bicho" del ambiente y, sobre todo, en alguien que cosechó respeto y cariño. Por eso se multiplican los mensajes de apoyo para su familia y las despedidas con el corazón. Murió Miguel Ángel Russo, pero su legado vivirá por siempre.
De qué murió Miguel Ángel Russo
Como se mencionó previamente en el artículo, desde 2017, cuando se le diagnosticaron tumores en la vejiga y próstata, Russo era paciente oncológico. Luchó contra esa enfermedad y se repuso sin jamás dejar de trabajar en el mundo del fútbol, su gran pasión. En estos últimos meses, tuvo varias complicaciones de salud que le demandaron múltiples estudios y algunas internaciones. En los últimos días su estado se deterioró y fue internado en su domicilio. Finalmente, falleció rodeado de su familia y afectos este miércoles 8 de octubre a las 19:00.